miércoles, 14 de febrero de 2018

La mentira de la modernidad . Comentario de Alejandro R. Melo

Hace años que se viene deteriorando la educación en la Argentina, aunque sea un fenómeno más global, es indudable que en nuestro país las cosas han ido para peor, sobre todo desde el advenimiento de la democracia. No se trata aquí de criticar un sistema político, sino de criticar la interpretación libertina, banal, mentirosa de la realidad, y el uso de los instrumentos públicos, tecnológicos y sociales para difundir ideas y doctrinas perniciosas para la sociedad. Hace unos años se quiso engañar a la gente diciéndole que repartiendo computadoras en las escuelas los chicos iban a ser más iguales, más a la altura del mundo civilizado y moderno. La realidad es que esas mismas autoridades veían la realidad de que los chicos no sabían leer de corrido, no podían completar las operaciones aritméticas básicas, no sabían las tablas, mucho menos conjugar correctamente los verbos fundamentales, desconocían la historia argentina y universal, la geografía de su país y mundial, para terminar con el absurdo de que no saben “interpretar textos” y de que se llegó a la ridiculez de crear un CBC en la Universidad pública, porque los muchachos llegaban sin la formación básica para una carrera universitaria. Hace poco una persona muy simpática me comentó que estudiaba Derecho. Yo le dije: ¡Que bien!, y luego de preguntarle en qué universidad cursaba (una privada), le pregunté por la materia y el año en el que estaba. Así me fui enterando que cursaba “on line”, lo cual me pareció buenísimo y novedoso (yo mismo hice algunos cursos de postgrado con esta modalidad) hasta que en la conversación saltó que no se había comprado el Código correspondiente y tampoco tenía un libro y su “estudio” consistía en seguir los apuntes que el profesor daba en línea (que en algunos casos ni siquiera imprimía).¿Qué tipo de profesional saldrá de todo esto?: un abogado que no ha leído por sí mismo la ley, que no ha profundizado en las distintas corrientes doctrinarias y jurisprudenciales. Un horror! Pensar que de esa persona mañana puede depender el patrimonio, los derechos y la libertad de un ser humano! No quiero ni pensar qué ocurriría si el ejemplo se reprodujera en otras profesiones como la medicina o la ingeniería. Vino a mi mente un anuncio que hace unos años se veía en las revistas: ¡Sea detective! (Curso por correspondencia). Bien, lo dicho basta para demostrar el engaño en el que está cayendo nuestra sociedad. No se trata de despreciar los recursos tecnológicos. Al contrario! Hay que saber emplearlos correctamente. No se puede poner el carro delante de los caballos. La computadora, los programas on LINE etc. son instrumentos, como antes lo eran el pizarrón, la tiza y el cuaderno. Pero a nadie se le hubiera ocurrido que por tener un pizarrón ya se habrían adquirido los conocimientos. Porque un burro con hermosos lápices de colores, seguía siendo un burro. No nos podemos seguir engañando. Es una sociedad atestada de mentiras. Autoengaños y negocios viles: está lleno de gurús de esto y de lo otro, de videos que nos enseñan desde cómo hacer una pastafrola hasta qué remedio o no remedio debemos tomar para curar leucemia, cáncer, diabetes o lo que sea. El conocimiento no se adquiere sin esfuerzo. El viejo dicho: “la letra con sangre entra”, puede parecernos un horror postmoderno (sobre todo por nuestra aversión a la sangre), pero básicamente su significado sigue vigente. Sin disciplina, sin dedicación, sin estudio, no se llega al conocimiento. Hagan ustedes este ejercicio: a todos nos gusta ver documentales. Son muy ilustrativos. Es hermoso ver animales en la naturaleza, lugares soñados, nos hacen viajar a la aventura sin peligros, y sin movernos del living de casa. Sin embargo, procuren recordar el contenido del documental luego de una semana: sólo recordarán los momentos más impactantes. Y después de un mes: sabrán de algún detalle. Después de algunos meses recordarán que alguna vez vieron un documental de tal o cual cosa. Esto ocurre porque no existió esfuerzo consciente por “aprehender” el contenido. Todo corrió como una sucesión de imágenes que veíamos mientras nos rascábamos la oreja y nos acordábamos de lo que teníamos que hacer mañana. Los instrumentos son medios, no el contenido. No confundamos ni mintamos más a los chicos. Nuestra sociedad está llena de mentiras que se venden como verdades reveladas. Hace unos años se promocionaba un curso para aprender idiomas mientras dormíamos: seguramente no descansamos bien, y nuestro consciente jamás supo una palabra de inglés. Entre tanto, el deterioro de la escuela pública (y privada) ha sido espantoso. Digo esto mientras paso por la calle junto a un grupo de gente sentada en la vereda: casi todo están sucios, con vestimentas rotas, beben cerveza, se ríen y otros se empujan. A alguna mujer le faltan algunos dientes. No parecen estar desnutridos, son gente joven (no adolescentes), apta para trabajar (bueno, es una forma de decir), con total desaprensión orinan en la vereda. Ellos también son víctimas de la mentira de nuestra sociedad: no recibieron educación, son producto de nuestra sociedad que abandonó la cultura del trabajo, del esfuerzo; de la que reemplazó el amor (la caridad cristiana) por la dádiva utilitaria (y política) y les hicieron creer que no hacer nada (bueno) es un derecho y así, también les robaron la esperanza.