miércoles, 29 de noviembre de 2006

LA CUESTION DE LAS PAPELERAS



Uruguay y la Argentina son mucho más que dos países vecinos. Están unidos por una historia común. Por lazos de familia. Por costumbres comunes y, generalmente, por intereses comunes. Con razón el ex Presidente del Uruguay, Sanguinetti, ha dicho que en el mundo no existen dos pueblos que se parezcan tanto como el argentino y el uruguayo. Por eso nos duele el conflicto que se ha suscitado entre estos dos países hermanos. Un conflicto generado por los intereses de los países del primer mundo, interesados no en llevar el bienestar al Uruguay, sino en alejar de sus costas las industrias altamente contaminantes. La pobreza del Uruguay -su dificultad para generar industrias basadas en el desarrollo sustentable- y la codicia de algunos políticos, instalaron el problema originariamente. La incapacidad de los funcionarios argentinos de la CARU (Comisión Administradora del Río Uruguay) y de la Cancillería para enfrentar el problema a tiempo, así como un error de apreciación del Gobierno respecto de la importancia de la repercusión pública de la cuestión han hecho lo siguiente. Así el conflicto fue escalando -hasta el punto de que la intransigencia del gobierno uruguayo llevara a desplazar fuerzas del ejército de la R.O.U. para custodiar la planta pastera de Bosnia-. El gobierno argentino cayó en la trampa tendida por los políticos uruguayos. Si bien no aceptó la regionalización del conflicto, eligió un camino de peores consecuencias para la Argentina: la Corte Internacional de Justicia de La Haya. La Corte, más allá de las apariencias, está al servicio del poder mundial -naturalmente controlado por las primeras potencias mundiales y por lo tanto funcional a sus intereses-. Una prueba la tuvo ya el gobierno argentino con la presentación respecto de la medida cautelar. Una gran irresponsabilidad de quien le sugirió a la Cancillería que la Corte podía admitir tal medida (no había antecedentes favorables). Desde estas páginas lo vamos anticipando: la Corte, luego de varios años, se va a pronunciar con un supuesto fallo salomónico, diciendo que Uruguay y la Argentina deben acordar la manera de controlar los aspectos ambientales de la producción de las pasteras, pero, ante el hecho de que las pasteras están instaladas y en plena producción, y conforme a las normas (europeas) de preservación del medio ambiente, nada se puede hacer contra ellas. Es decir, que siguiendo la política del Banco Mundial, la Corte convalidará en los hechos la instalación de las pasteras. No hay que descartar que en el medio le ordene a la Argentina reprimir a su propio pueblo -tal como pretende el gobierno uruguayo-. No importa la voluntad de la gente, no importa el daño ambiental real, que es mucho más que el uso del agua, los aspectos turísticos de Gualeguaychú -una playa con vista a la planta humeante de Botnia- y la evidente contaminación visual. Es decir, para la Argentina, la cuestión en La Haya es una causa perdida. La ambigüedad política del gobierno argentino fue en gran parte responsable de la escalada de este conflicto. Primero, pensando que había que hacer la vista gorda al supuesto "amigo" ideológico Tabaré; luego, sosteniendo una posición totalmente juridicista, pensando que el conflicto se solucionaba descargando el problema en la Corte Internacional y finalmente impotente ante las reiteradas violaciones del Estatuto del Río Uruguay por parte del gobierno uruguayo. En medio la gente de Gualeguaychú sin solución. Abandonada a su propio destino, y utilizando el corte de rutas como único recurso. Claro está, un recurso "ilegal" porque sin lugar a dudas es ilegal cortar una ruta impidiendo la libre circulación (de eso los argentinos estamos muy cansados porque todos los días los piqueteros se adueñan de nuestro tiempo y nuestros derechos), pero esta vez podemos decir que la ilegalidad del corte de los vecinos de Gualeguaychú, no es "ilegítima", ya que nadie está protegiendo sus derechos. Entonces, el cumplimiento de la ley se transforma en una ironía porque se vuelve contra la misma finalidad que tuvo al ser sancionada. No es posible concebir que el derecho de transitar está por encima del derecho a preservar la propia existencia, la salud pública, la utilización de un recurso natural compartido, la calidad de vida. Solo nos resta recordarle al gobierno argentino que el Derecho, no es más que un instrumento del poder y que cuando no es conforme a la Justicia -ese principio metajurídico- se transforma en un instrumento de tortura y de injusticia. Reclamarle entonces al gobierno argentino, que sin olvidar el orden jurídico, haga uso de los recursos del Poder Nacional para hacerle ver al Sr. Tabaré, que la Argentina no está dispuesta a que se use de un recurso natural "compartido", es decir, del que tiene la copropiedad, sin su expreso consentimiento. El Sr. Presidente, siendo Gobernador de Santa Cruz tuvo una muy honrosa actuación en la cuestión de Lago del Desierto, oponiéndose a la posición indiferente del Gobierno del Sr. Menem, defendiendo nuestra indiscutible soberanía sobre esos territorios. Ahora, deberá recordar que el Río Uruguay es también parte de nuestra Soberanía. Lo lamentamos por el "medio pelo" argentino que se ve incomodado en sus próximas vacaciones en "Punta"; a la corte de empresarios, políticos supuestamente "serios" y periodistas que están preocupados por su próximo veraneo mientras esperan ser fotografiados por las revistas de actualidad en las playas uruguayas. A ellos le decimos: la Patria también existe. El pueblo de Gualeguaychú con su decisión lo ha demostrado.

sábado, 18 de noviembre de 2006

20 DE NOVIEMBRE, DIA DE LA SOBERANÍA



El 20 de Noviembre recuerda un episodio significativo de la historia argentina: la batalla de la Vuelta de Obligado. No era la primera vez que la Argentina enfrentaba invasiones extranjeras. A las recordadas invasiones inglesas de 1806 y 1807, y la lucha contra España por la independencia, se le había sumado el episodio tan desgraciado de la usurpación británica de las Islas Malvinas en 1833, un conflicto con Francia que derivó en el bloqueo de la flota francesa sobre el puerto de Buenos Aires y todo el litoral perteneciente a la República Argentina a partir de 1838 y que duró hasta 1840. Pero para 1845 el conflicto en el Plata recrudeció. Con la excusa de intervenir a favor del gobierno uruguayo de Frustuoso Rivera, que por entonces mantenía un conflicto con la Confederación Argentina, las flotas británica y francesa en el Río de la Plata unieron fuerzas y decidieron una invasión del territorio argentino. Las intenciones de las potencias en realidad tenían que ver con preservar los intereses de sus comerciantes, por lo que sostuvieron que el Río Paraná -un típico río interior según el Derecho Internacional- era una vía de comunicación internacional. A mediados de noviembre de 1845, se desató la invasión al mando del Almirante Hotham, penetrando por el Río de la Plata hasta el Río Paraná. El día 18 de noviembre, once buques de guerra, algunos de ellos de vapor, llegaron más allá de la altura de la localidad de San Pedro y dos días luego llegaron a un recodo del río Paraná llamado Vuelta de Obligado. En ese lugar se había preparardo la defensa argentina, con cuatro baterías, y apostado una fuerza al mando del General de la Independencia Lucio Mansilla. Los cañones de la fuerza argentina lo conformaban 20 cañones viejos. Pero para potenciar su efectividad, el General Rosas ordenó que frente a la batería del norte, se instalara una triple cadena, de una costa a otra del río y asentada en pequeñas embarcaciones. En la mañana del 20 de noviembre de 1845, la escuadra anglo - francesa, compuesta por más de cien cañones atacó a las baterías argentinas. Si bien en un principio las acciones favorecieron a los defensores, pronto la superioridad formidable de la flota aliada tomó ventaja. Sin embargo, merced al heroismo de los argentinos la lucha duró hasta las cuatro de la tarde, hora en la que recién lograron los invasores cortar las cadenas. Así continuaron su invasión río arriba. El saldo de la lucha fue tremendo, ya que murieron casi todos los artilleros argentinos. Pero los franceses e ingleses no la llevaron muy bién: murieron más de cien hombres y perdieron cuatro buques. La flota escoltó así a un convoy de más de 50 buques mercantes que llegaron río arriba para vender sus manufacturas y llevarse los productos de escaso valor agregado que producía el país. De regreso de su invasión, el General Mansilla los esperó y atacó en Tonelero, en San Lorenzo y luego en la angostura del Quebracho el 4 de junio de 1846, batalla que terminó en un desastre para la flota aliada. Luego de ello se iniciaron las negociaciones entre Inglaterra, Francia y la Confederación Argentina. El 24 de noviembre de 1849 se firmó la paz con Inglaterra y el 31 de agosto de 1850 con Francia. Así terminó la aventura de las dos principales potencias en tierras y aguas argentinas. La firmeza puesta de manifiesto por el Gobernador Juan Manuel de Rosas, hizo que el Libertador General San Martín, le legara en su testamento el sable glorioso que lo acompañó en la Guerra de la Independencia.






" El Barón Gross nombrado por este Gobierno goza de una excelente opinión, tanto como consiliante como por su honradez e instrucción, no obstante estas recomendaciones y con perdón del Señor Dn. Tomás como diplomático, diré a Ud. que orejeo cada vez que veo dirigirse a nuestras playas estos políticos, a pesar de lo que se dice de los sinceros deseos que estos dos Gobiernos tienen de concluir definitivamente las diferencias con nuestro país, de todos modos yo estoy bien tranquilo en cuanto a las exigencias injustas que pueden tener estos dos gabinetes, porque todas ellas se estrellarán contra la firmeza de nuestro Don Juan Manuel; por el contrario mis temores en el día son el que esta firmeza se lleve más allá de lo razonable." General José de San Martín.

(Citas y extractos del libro Historia del País de los Argentinos de Fermín Chávez. Ed. Peña Lillo. 1972).


ARENGA DEL GENERAL LUCIO MANSILLA, EN LA VUELTA DE OBLIGADO, EL 20 de Noviembre de 1845:

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA! ¡MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS!Milicianos del Departamento del Norte. Valientes soldados federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de la América. Los insignificantes restos de los salvajes traidores unitarios que han podido salvar de la persecución de los victoriosos Ejércitos de la Confederación y Orientales Libres, en las memorables batallas de ArroyoGrande, India Muerta, y otras; que pudieron asilarse de las murallas de la desgraciada Ciudad de Montevideo, vienen hoy sostenidos por los codiciosos marinos de FRANCIA e INGLATERRA, navegando las aguas del Gran Paraná, sobre cuya costa estamos para privar su navegación bajo de otra bandera que no sea la Nacional…¡Vedlos, Camaradas, allí los tenéis!... Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la Soberanía de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables aquí no lo serán! ¿No es verdad Camaradas? ¡Vamos a probarlo! ¡Suena ya el cañón! ¡Ya no hay paz con la Francia ni con la Inglaterra! ¡MUERAN LOS ENEMIGOS! Tremole en el Río Paraná y en sus costas el Pabellón Azul y Blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea. Sea esta vuestra resolución a ejemplo del heroico y gran Porteño, nuestro querido Gobernador, Brigadier Don Juan Manuel de Rosas y para llevarla contad con ver en donde sea mayor el peligro a vuestro Jefe y Compatriota el General Lucio Mansilla. ¡VIVA LA PATRIA! ¡VIVA LA INDEPENDENCIA! ¡VIVA SU HEROICO DEFENSOR DON JUAN MANUEL DE ROSAS! ¡MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS Y SUS VILES ALIADOS LOS ANGLO FRANCESES!

viernes, 17 de noviembre de 2006

La difícil vía de coordinar el bienestar económico con la libertad y la seguridad

Sin lugar a dudas, la Argentina es un país increíble. Distinto a todos los otros países del mundo, no solamente por su vasta geografía, por sus bellezas naturales, porque tiene en su territorio todos los climas, porque su producción agropecuaria la situó durante muchísimas décadas como el "granero del mundo" y hoy nuevamente se destaca por ser una fuente de alimentos para la humanidad, sino por su capacidad de recuperación. Claro está, esto como solemos decir los argentinos, "a pesar" de los argentinos. Todo los nos ha dado Dios para que llevemos este país a las alturas más insospechadas, pero insistimos en dañarlo, en confrontar hasta extremos inadmisibles entre nosotros, en cambiar de rumbo permanentemente, de forma tal que el Estado se "refunda" con cada cambio de gobierno. No construímos sobre lo dejado por el gobierno anterior -lo bueno que haya dejado- y modificamos lo malo, sino que tiramos todo abajo y volvemos a empezar. Nos separamos por ideologías hoy superadas por la humanidad e insistimos en ponernos al lado de algunos indeseables. Nos cuesta comprender que sin libertad no existe la posibilidad de convivir pacíficamente y de construir para el futuro. Entonces revisamos permanentemente nuestro pasado reciente en busca de culpables. Ello por supuesto, siempre y cuando el culpable sea el otro y no nos involucremos nosotros en esa responsabilidad. Es dificil pensarlo, pero estamos en una tensión permanente y en la adopción de posturas "políticamente correctas", según el momento político y el signo del gobierno de turno. Y a ello no escapan los periodistas -principales responsables de la difusión pública de las ideologías de turno- los cuales se venden en muchos de los casos al mejor postor, los empresarios -que con una mirada miope piensan sólo en la ganancia inmediata y se olvidan de lo que vendrá- y que suelen ser los adulones del poder para obtener las ventajas de pertenecer al entorno (no importa claro está si tienen que coimear a algún funcionario), los artistas -que también piensan que van a trabajar si reiteran hasta el cansancio la "historia oficial", los estudiantes -que cada vez saben menos de su patria y de su historia y corren detrás de algún ideólogo-, los pobres, que caen cada vez más en la trampa del clientelismo político por un plato de comida -y que no se dan cuenta que les están robando la educación, el trabajo honesto, la salud pública, la vivienda construida y comprada con el esfuerzo personal, el acceso al crédito, los valores espirituales y trascendentes-, y en general todos que seguimos mirando para otro lado, sometidos a un conformismo exasperante, mientras vemos que al lado nuestro se roba con descaro o sigue la violencia intolerable.
Y digo que es un país increíble porque en el 2001 -ayer nomás- casi estabamos al borde del enfrentamiento entre nosotros, cuando sacamos del poder al Presidente De la Rúa, con una revolución hecha no con armas, sino con cacerolas, y tan solo cinco años despúes, tenemos un país con un índice de crecimiento del producto bruto como pocos países lo han logrado. Hace cinco años que la Argentina está creciendo a un ritmo increíble. Claro está, se había destruído la industria y había mucho por recuperar, pero, la situación no solo se revirtió, sino que en algunos aspectos está mejor que antes de la crisis del 2001. Quedan sí, lamentablemente los pobres, cada vez más abandonados del accionar del Estado ausente. Hoy tenemos muchos más pobres que la década del 70, donde los indigentes alcanzaban sólo al 5% de la población, y la gran masa de clase media consumía ostentosamente. Claro está, después vinieron las hiperinflaciones, el anclaje del peso al dólar (hasta extremos suicidas), la devalución y pesificación totalmente desprolija y hasta criminal -porque hubo gente que murió en la desesperación de perder sus ahorros o de ver arruinados sus negocios-. Y aquí estamos, los aún sobrevivientes, de este país increíble. Un país que cada vez tiene más inseguridad. Donde los chicos no pueden salir a la calle sin llevarse un celular para que los padres los "monitoreen", donde la educación que nos enorgullecía en otras épocas ha caído a extremos increíbles, y donde la coima y la corrupción ya no es cosa de unos pocos corruptos o de funcionarios del gobierno de turno, sino que se ha hecho costumbre en la sociedad -que ya no ve con tan malos ojos y tiene como asumido que un poco de corrupción está bien-. Un país increíble, donde la Justicia condena a los represores de la última dictadura y otorga las extradiciones a los imputados en crímenes de lesa humanidad vinculados al terrorismo de estado, pero ampara a los terroristas que pusieron bombas y asesinaron a simples ciudadanos (caso del etarra al que negaron la extradición a España sosteniendo que el delito estaba prescripto, frente a la extradición del nazi Priebke a Italia). Un país donde las causas judiciales se acumulan esperando que se mueran las partes involucradas o se tornen impracticables las sentencias (casos de reclamos de jubilados ante la Caja de Previsión Social y los miles de amparos que tramitan ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación). Un país como decía, increíble. Capáz de la más violenta de las exclusiones y de los gestos de humanidad más excelsos. Un país donde todavía tenemos que aprender a defender las instituciones y a respetar la opinión del otro, por más que no nos guste. Un país donde a pesar de todo, amamos y nos sentimos identificados, y en donde hemos olvidado, que gracias al sacrificio y la sangre de sus hombres, otras patrias, han tenido libertad. Es necesario volver a los valores de la argentinidad. Es indispensable recuperar la memoria. Pero ojo, toda la memoria, no la que me conviene a mí o tiene afinidad con mi pensamiento. Es indispensable limpiar el Estado y las instituciones de las personas corruptas y de las prácticas sesgadas. Hay que poner nuevamente en marcha una gran campaña de educación popular -porque la educación no es un privilegio, es un derecho inalienable de todo ser humano-. Hay que afianzarse en los valores tradicionales de la Patria, en su lucha por la Libertad de los pueblos, en su amor tremendo a Dios y a la Virgen, en el amor por la familia. Hay que volver a las virtudes de nuestros próceres, como San Martín y Belgrano, donde nada estaba por encima del bienestar de su Patria, y estaban dispuestos a dar lo más valioso que tiene un ser humano -que es su propia vida- en pos de un objetivo común. Sólo así podremos repetir con orgullo las estrofas de nuestro himno: ¡Al gran Pueblo Argentino, Salud!!!